miércoles, agosto 22, 2007

Imperio Checo-Argento

Arrancamos por un lugar muy recóndito de Croacia, después no digan que no les advertí.
Y si todavía no me creés clickeá acá

martes, agosto 14, 2007

El Nieto que Nunca Fue

Recuerdo en los días rosados de mi infancia,
la abuela (¿de quién son los abuelos?, ¿de los niños?),
solía por las noches, cuando la tibia instancia
parecía una caja de dulces de la luna,
contar historias viejas. Hoy ya no sé ninguna.

Miguel Ángel Asturias


Un abuelo disfruta a pleno de sus nietos porque ya no cumplen el rol de disciplinar y educar al niño. El amor de un abuelo deja una marca en el ahora adulto y los deja emocionalmente ligado a su infancia para siempre. Este es un breve relato sobre el nieto que nunca fue, comenzando por su abuela materna. Nos ubicamos en los años 80, mas precisamente en los años 1984 y 1985. El nieto que nunca fue era nieto en ese entonces, y recién comenzaba a transitar por el largo viaje de la vida. Lo que se cuenta a continuación se articula en base a los recuerdos nebulosos de aquellos tiempos.

Preguntaba a su abuela materna porqué tenía el puño siempre cerrado: ¨porque estoy enferma¨, respondía ella con dulzura, siempre sentada y aferrada a su bastón. Claro, cómo poder hablarle a un niño de 3 o 4 años sobre una enfermedad llamada hemiplejia.
En una cena, los padres del niño salieron apuradísimos después de atender un llamado telefónico. En ese momento estaban cenando empanadas. Enviaron a su hermano (3 años mayor que él) y a él a la casa de una vecina, todo convulcionadamente vertiginoso. Él no entendía nada ni se preocupaba, y fiel a la costumbre de su inocencia se hizo pis por la noche, sin importarle su vecina, la casa y la cama ajena. Cuando sus padres volvieron preguntó por su abuela: ¨Se murió¨, respondió su madre fríamente, el nieto que nunca fue no tenía ni idea de qué significaba eso pero por el tono de su madre supo que algo no andaba bien y resolvió no preguntar mas. Resultó que, a pesar de su enfermedad, tuvo un infarto fulminante cuando con su abuelo se disponían a comer una pizza.
El abuelo, ahora viudo sobrevivía. Siempre le hacía huevo duro a sus nietos cuando iban a su casa, siempre los llevaba a una plaza de por ahí. A su hermano, por cuestión de edad, le permitía treparse a los juegos mas peligrosos, pero al nieto que nunca fue lo cuidaba mas de cerca por temor a que se lastime, él no entendió esto hasta unos años después que aprendió lo que significaba la responsabilidad.
A menudo se sentaba en el pie de su abuelo y él lo movía hacia arriba y hacia abajo, hacia arriba y hacia abajo, una y otra vez, mientrás recitaba ¨ico ico caballito¨, el nieto que nunca fue adoraba este juego.
El abuelo tenía la extraña habilidad de pelar las manzanas y las naranjas en una sola tira, y aún hoy el nieto que nunca fue intenta imitarlo, 20 años después, y muchas veces sin éxito. Quisiera tener mejor memoria para recordar la técnica que usaba para hacerlo tan perfecto.
En el auto de su padre el abuelo comentó sobre unas dolencias en la zona de la espalda y la cintura, el nieto que nunca fue escuchó desde el asiento trasero restandole interés. Dias después jugaba con su hermano en la otra cama y también correteaban por los pasillos de aquél hospital. Otros días después en un cumpleaños que festejaba un pibe de la cuadra (hoy actor publicitario) su padre se acercó al lugar y llevó por un momento al nieto que nunca fue con su hermano hasta la puerta de la casa en la cual vivían. Era de noche. Se acuclilló por la corta estatura de los niños pero también para dar sensación de intimidad y camaradería a lo que tenía para decir. Hoy el nieto que nunca fue recuerda esas palabras como si se las hubieran tatuado en su pecho, marcadas con dolor y para la eternidad: ¨el abuelito murió¨. Imposible condenar a un niño de apenas 6 años, quién a pesar de ya entender lo que significaba no quería detenerse mas tiempo allí para seguir jugando en el cumpleaños. Él lo entendía, pero lo que ignoraba era que al transcurrir el tiempo se iba a sentir la ausencia. Allá por los años 86 u 87, el nieto que nunca fue lloró desconsoladamente como si fuera un niño caprichoso. Su madre intentó consolarlo pero terminó llorando a su par. Finalmente fue el padre quién acudió dando una extensa charla sobre como funcionaban estas cosas de la vida, pero la única realidad que importaba, que era irreversible, es que no volvería a ver a su abuelito nunca mas.

Su abuelo paterno murió hace mas de 30 años, ni siquiera su propia madre lo conoció. La prematura pérdida de sus abuelos con tan solo 4 y 5 años de edad dejó a una sola abuela para cubrir el vacío. Y llega un momento en que los tiempos de la inocencia agonizan y mueren para cederle lugar a la pubertad, lo cual llega acompañado por un intelecto mas rico y desarrollado, con un poder de razonamiento mas maduro que conlleva a distinguir qué es lo que está bien y lo que está mal.
¨¿Hola está tu papá?¨, se escuchaba del otro lado cuando atendía el teléfono. No un cómo te va en el colegio o cómo estás de salud, el nieto que nunca fue llegaba a conformarse con que al menos pregunte con quién hablaba, pero tampoco eso.
Empezó a percibir que ni siquiera se preocupaba si él o alguno de su familia caía enfermo, ni siquiera se preocupó por su hijo cuando fue operado del corazón, si llamaba era para saber cómo sus padres estaban sobrellevando la internación con el negocio de perfumería cerrado. El nieto que nunca fue sabe que de haber sido adulto en el año 1994 hubiese reaccionado de alguna forma media grotesca, por suerte apenas empezaba el secundario.
Por la navidad del 2003 el nieto que nunca fue; con 23 años recién cumplidos; conversaba con su tía sobre la facultad, sorpresa sintió cuando su abuela se acercó: ¨¿Ah estudiás?¨. Explicó cómo se le dificultaba estudiar por el tiempo que le quitaba trabajar muchas horas: ¨¿Ah trabajás también?¨, decidió que lo mejor sería terminar la conversación para que su abuela se aleje, porque sintió que era en vano ponerla al corriente a esa altura de su vida. Pero lo mas curioso fue lo que ocurrió a mediados del 2006, cuando al saludarla la abuela preguntó: ¨¿Vos sos mi nieto?¨. Es complejo intentar describir las sensaciones que tuvo el nieto que nunca fue, porque de alguna manera esa pregunta estuvo flotando siempre presente en su vida, solo que esta vez se apersonó el Alzheimer para manifestarlo y hacerlo explícito. Este suceso hizo que el nieto que nunca fue se forme una opinión para los que sufren por perder a un abuelo: el llanto y el sufrimiento es con el tiempo algo bueno, porque significa que gozaron de una vida envuelta de amor y de recuerdos. Él preferiría haberlo gozado en lugar de cargar con la frustración perpetua de haberlo disfrutado con tan solo algunos años de vida, tan lejanos hoy que pareciera que nunca hubieran existido, porque cuando su abuela muera, un abismo separará la muerte de una lágrima de sus entrañas.

viernes, agosto 03, 2007

Las Uvas de la Ira


Por disposición de los bancos que cumplen ordenes de un superior que a la vez cumple ordenes de un superior y sigue y sigue, los arrendatarios son expulsados de sus tierras, despojados de sus casas que terminan siendo vilmente demolidas por los tractores. Situado en el este de los Estados Unidos, víctimas de una fuerte crisis económica, la familia Joad y todos los residentes y aledaños de Oklahoma parten hacia California a una especie de tierra prometida seducidos por las grandes ofertas de trabajo para recolectar fruta. Ni siquiera la fuerza de una familia unida logra vencer la adversidad de la cruel realidad, la familia gradualmente comienza a desbaratarse por la muerte y por las deserciones de quienes ya no tienen fuerzas para perdurar. California resulta ser algo mas cercano al infierno: Fuerzas de la ley fraudulentas que ejercen exceso de autoridad. La súper sobreoferta de trabajo que hace que una súper sobredemanda de trabajo se desarrolle a partir del plan de los empresarios a fin de pagar miserias de sueldo por trabajo seguro que permita alimentar a los hijos. Los del este discriminando a los del oeste llamándolos ¨okies¨. Solidaridad, desazón, perseverancia y tantas cosas mas se descubren en
Las Uvas de la Ira, una excelente obra literaria que fue proscripta en California entre otros estados. Un Steinbeck fuertemente comprometido por una realidad que exhibe la larga brecha que separa a los ricos y los pobres y la terrible realidad que algunos sectores vivieron y sufrieron en suerte. No es la mejor novela que leí, pero no cualquier novela terriblemente dramática de 650 páginas se deja leer en menos de 10 días como ésta.