Qué hay con la muerte. Nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. Esa es la ley de la vida, y sin embargo nos atormenta lo último prácticamente todos los días. Nada es tan importante como la muerte, porque bien sabemos que cuando llegue el día es el fin de todo, ¿pero que pasa con lo que queda?. Nos morimos, pero el mundo a pesar de todo sigue girando, y rotando.
Me retrotraigo a mis épocas de niño. Siete, tal vez ocho años de vida, difícil de percibir luego de tantos años. La familia se dirigió a la necrópolis del barrio porteño de Chacarita, para visitar a mis abuelos. Pero en realidad, visitar es una forma de decir, lo que en realidad se hace es comprar un ramo de flores con olor a muerto, porque esas flores perdieron su esencia de olor a flor para mutarse en olor a muerto, pedirle al señor de turno una escalera, escalarla y colocar las flores en ese anillo metálico. Ese gran panel de mármol, la chapita de metal tallada con el nombre completo, la fecha de nacimiento y la fecha de deceso. Y uno contempla el enorme panel de mármol, añorando lo que antes fue vida para convertirse en una sustancia descompuesta del otro lado. Silencio absoluto. Los difuntos siguen siendo cadáveres. En ese entonces se escuchaba los sonidos sordos como los que uno oye cuando la ciudad duerme, y me preguntaba si cabía la posibilidad que sean sonidos de ultratumba, sonidos de alguien que resucitó al mejor estilo Jesús de Nazaret, y que se desgarrara los dedos para escapar de su pequeña prisión. Pero algo cambió un día que, tal vez, me haya hecho crecer de golpe, o tal vez desde aquello empezó a manifestarse mi sentido común. Mientras mi mamá lloraba a sus padres y mi papá la consolaba, con mi hermano solíamos dispersarnos y divagar con los demás paneles de mármol. En uno habían colocado la foto de una niña, tal vez nueve o diez años, preciosa con su pelo castaño coquetamente peinado y su vestidito blanco, con el rosario en la mano, celebrando su comunión. Debajo habia un epitafio, en forma de papel: ¨Flopi, te amamos, cada día que pasa te extrañamos mas y estarás siempre en nuestro corazón. Mami y papi¨ Se me cerró el estómago, y tuve problemas para dormir durante un tiempo; me remordía la idea de aquella niña muerta, el sufrimiento de sus papis, de que pueda quedar yo del otro lado del panel de mármol, pero lo que mas me angustiaba era imaginarme a mis papás, visitando a su hijo menor a la necrópolis, con una lapicera que llora tinta negra para desahogarse en un epitafio irreal, superfluo, inalcanzable para mi, un muerto.