¡Revelaciones!

“Quiero hacer otras cosas” me dijo entre otras cosas mi novia ayer por teléfono, y en eso pensaba anoche cuando miraba la guitarra que esta detrás de la puerta de mi habitación. Llámenlo incoherencia o como quieran, pero por alguna razón me agarraron unas ganas terribles de reparar la guitarra y volver a tocar. No se como diablos voy a hacer porque todos los apuntes que tenia fueron a parar vaya a saber uno donde. Y voy a ser autodidacta en esto, no quiero pagarle a un tipo que me sujete a día y horario para aprender a hacer algo por hobbie, porque la idea no es hacer carrera con esto, aunque estaría genial claro Después recordé mis épocas de karateca (en realidad es taek-won-do pero a quién le importa) y me volvieron las ganas de patearle con saña el pecho de alguno de los muchachos, y conseguir ese preciado cinturón amarillo que la guacha pubalgia en el aductor me impidió. Y hoy, uff. Otra vez el maldito terror, el pánico que crecía vertiginosamente a medida que se acercaba la hora. Y otra vez tropiezo con la misma piedra, y el resultado que iba a ser inevitablemente el mismo. Y me quebré. Y con la contención materna me di cuenta que necesito una salida o al menos buscarla, así que decidí hacer lo que pensé que nunca haría: Voy a ir al psicólogo. ¿Se te cayó un ídolo? Pues chupala. Porque necesito dejar de ser tan introvertido. Necesito que el socializar sea menos traumático. Necesito poder afrontar la idea de hacer un seminario sin esta crisis. Necesito poder hacerle una pregunta al profe en un aula de 50 personas sin sentir verguenza. Necesito dejar de cerrarme tanto. Necesito que alguien me ayude a remover toda la mierda que no me deja vivir tranquilo. Y paradójicamente no necesito de gente que me rodee, porque si hay algo que me sobra es gente que me quiera.